Hablar del maíz en México es hablar de identidad, economía y seguridad alimentaria. Este grano milenario, base de la dieta nacional y de múltiples industrias, atraviesa hoy un contexto complejo. Mientras su producción enfrenta desafíos por sequías y presión en precios internacionales, el comercio y la demanda interna siguen en ascenso.
Analizar su comportamiento es clave para comprender los riesgos y oportunidades que enfrentan productores, exportadores e inversionistas, así como la relevancia de contar con herramientas financieras como el seguro de crédito.
Panorama histórico: producción y dependencia creciente
Durante los últimos 15 años, el crecimiento de la producción nacional ha sido marginal. Según datos de la Secretaría de Agricultura y fuentes especializadas, la producción de maíz blanco pasó de 20.6 millones de toneladas en 2007 a 21.9 millones en 2022.
Aunque hubo años con repuntes, como 2022 con 27 millones de toneladas totales, la brecha entre producción y demanda se mantiene amplia: ese año el consumo nacional fue de alrededor de 45 millones de toneladas, consolidando a México como el segundo mayor importador de maíz a nivel mundial, con compras de 17 a 18 millones de toneladas.
Esta dependencia estructural hace que cualquier variación en el mercado internacional o en la producción doméstica afecte directamente los precios y la seguridad alimentaria del país.
El comportamiento actual: 2024 y 2025 en cifras
Los datos más recientes reflejan un entorno desafiante. En 2024, el intercambio comercial total de maíz en México alcanzó 5,475 millones de dólares, de los cuales 5,349 millones de dólares correspondieron a maíz “no semilla”, de acuerdo con la Secretaría de Economía. Las importaciones provinieron casi en su totalidad de Estados Unidos ( 5,296 millones de dólares), evidenciando la alta concentración de proveedores.
En cuanto a las exportaciones, son marginales: en abril de 2025 sumaron apenas 466 mil dólares, frente a importaciones por 596 millones de dólares en ese mes. Las principales entidades importadoras en 2024 fueron Ciudad de México ( 1,865 millones de dólares), Aguascalientes (1,387 millones de dólares ) y Jalisco ( 865 millones de dólares ). En contraste, las exportaciones las lideraron Ciudad de México ( 81.7 millones de dólares), Jalisco ( 7.22 millones de dólares) y Puebla ( 3.37 millones de dólares).
La producción nacional también se ha visto presionada. Para el ciclo primavera-verano de 2025 se espera una caída a 21.897 millones de toneladas de maíz blanco, frente a 24.361 millones en 2024, debido a sequías. Esta disminución ya se refleja en el aumento de importaciones: en el primer semestre de 2025, las compras de maíz blanco crecieron 253.2%, con 586 mil toneladas métricas provenientes de EE. UU., según el GCMA.
Factores que moldean el mercado en 2025
Como cualquier industria, no todo es miel sobre hojuelas, pues la industria del maíz, a pesar de todos sus atributos y de ser un producto típico y emblemático de México, también está viviendo encrucijadas típicas de la globalización.
Actualmente, visualizamos tres factores destacan en el escenario actual:
- Volatilidad internacional: La producción récord de Estados Unidos ha presionado los precios globales a la baja, afectando los ingresos de productores nacionales.
- Clima y sequías: La caída en la producción interna se asocia a condiciones climáticas adversas y a la limitada tecnificación de los campos.
Cambios regulatorios y comerciales: La reciente eliminación de la prohibición de importar maíz transgénico, tras un fallo del T-MEC, reconfigura el panorama de abastecimiento y genera debate sobre sus efectos en la salud y la competitividad.
Nixtamalizando el mañana: perspectivas del maíz a futuro
En 2025 el gobierno de México anunció que México es centro de origen y diversidad del maíz, que es un elemento de identidad nacional, alimento básico del pueblo de México; se subrayó la necesidad de una reforma constitucional clara y precisa, que no solo proteja la biodiversidad y el patrimonio cultural del maíz.
Incluso, debido a que, se consideró que el maíz transgénico es menos productivo que el maíz blanco y el amarillo, y debido a la clasificación del gobierno como identidad de México, se había prohibido la venta de maíz transgénico en el país, una medida que se canceló meses después.
Es probable que, a corto plazo, México siga dependiendo de las importaciones, con especial concentración en Estados Unidos, mientras el sector enfrenta precios internacionales variables y una producción interna debilitada. Esto representa riesgos para productores nacionales, pero también oportunidades para quienes logren diferenciarse con maíz de calidad y mercados de nicho.
A mediano plazo, se espera que las políticas de apoyo al campo, la inversión en infraestructura hídrica y la tecnificación puedan estabilizar la producción. Programas ligados al nearshoring y a la agroindustria pueden impulsar la inversión en cadenas de valor, desde almacenamiento hasta transformación industrial del maíz en harinas, aceites y biocombustibles.
A largo plazo, el reto será doble: mantener la competitividad frente a productores internacionales y garantizar la seguridad alimentaria con prácticas sostenibles. La innovación en semillas, tecnologías de riego y financiamiento será clave. Aquí el seguro de crédito se convierte en un aliado para las empresas que participan en el comercio y transformación del maíz, ya que protege las operaciones comerciales, mitiga riesgos de impago y facilita el acceso a financiamiento.
Del grano a la economía
El maíz en México no solo es una herencia cultural, sino un pilar económico estratégico. Su evolución reciente muestra los desafíos de la volatilidad climática, la dependencia externa y las tensiones comerciales.
Sin embargo, también abre oportunidades para la inversión, la innovación y el comercio seguro. Con una producción que debe fortalecerse y un mercado en constante movimiento, las empresas del sector tienen ante sí un campo fértil… siempre que cuenten con estrategias de gestión de riesgos y herramientas financieras como los seguros de crédito para crecer con certeza en un entorno global cada vez más competitivo.
Cabe destacar que desde el 2020, el sector ha tenido un acceso creciente al financiamiento. El saldo más alto de créditos registrados hasta la fecha corresponde a diciembre de 2024, por más de 144 millones de pesos, con un índice de morosidad de 3.38%, según datos citados por Solunion México en su Informe de la Industria Agrícola en México.