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El valor de la sostenibilidad en la transformación del negocio de la moda

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Los cambios de temporada y las nuevas ofertas despiertan en el consumidor el deseo de renovar el guardarropa. Este impulso ha sido históricamente capitalizado por la industria textil como una oportunidad de crecimiento constante. Sin embargo, detrás de esta lógica comercial se esconde un impacto medioambiental y social de gran escala que debe ser abordado por los actores del sector.

La moda rápida o fast fashion, un modelo de negocio que prioriza la rotación acelerada de tendencias y el consumo masivo ha permitido a muchas empresas escalar rápidamente sus operaciones. No obstante, su crecimiento tiene un costo elevado: presión sobre los recursos naturales, prácticas laborales poco éticas y una creciente huella ambiental.

La moda: un sector de alto impacto ambiental y social

Lo que alguna vez fue una estrategia rentable de ventas, hoy se enfrenta a la creciente exigencia de los consumidores y reguladores para adoptar modelos más sostenibles y con prácticas de producción transparentes.

De acuerdo con datos de la Secretaría de Medio Ambiente, la moda rápida es responsable de alrededor del 10% de las emisiones de CO2 a nivel global. Las proyecciones climáticas indican que, de no intervenir, este modelo de negocio será insostenible tanto económica como ambientalmente.

Hace apenas unas décadas, el ciclo de producción se organizaba en dos temporadas principales: Primavera-Verano y Otoño-Invierno. Hoy, el modelo de micro temporadas (más de 50 al año) ha intensificado el consumo, acortado la vida útil de los productos y disparado los niveles de desecho textil. Cada prenda fabricada implica un costo ecológico: más de 2,500 litros de agua por camiseta y toneladas de microplásticos vertidos al mar con cada lavado.

Necesidad de un cambio hacia un sector de la moda más sostenible

Ante este panorama, la transición hacia modelos circulares y sostenibles se ha convertido en una necesidad estratégica. La moda ética propone una cadena de valor más transparente, justa y respetuosa con el entorno. Conocida también como slow fashion, ayuda a mitigar los riesgos reputacionales, regulatorios y operativos, a nivel corporativo, y a nivel ambiental y social, genera un impacto positivo.

La adopción de prácticas como el uso de materiales reciclados, la reparación de prendas, la trazabilidad de los procesos productivos y la garantía de condiciones laborales dignas permiten construir marcas más resilientes, con mayor aceptación social y mejor posicionamiento frente a un consumidor cada vez más informado y exigente.

Además, iniciativas regulatorias en mercados clave para el sector de la moda (como la ley francesa sobre microplásticos o la Ley de la Moda en Nueva York, conocida como ‘Fashion Act’) están redefiniendo el contexto e impulsando esta conciencia sostenible en la industria.

Para el sector empresarial, la moda ética representa una ventaja competitiva que fortalece la confianza del consumidor y posiciona a las marcas como líderes de cambio. Cada decisión de producción, distribución y comercialización debe alinearse con una visión que combine rentabilidad, responsabilidad y resiliencia.

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